

(Valencia, 20 de septiembre. AVN) La realización de informes técnicos y recomendación son tareas inherentes al acompañamiento internacional, figura utilizada por el Consejo Nacional Electoral (CNE) desde 2007, como sustituto de la observación, mecanismo asimétrico, que en la actualidad no encaja dentro de los requerimientos de un sistema como el venezolano, reconocido por su auditabilidad y transparencia.
Desde esta fecha es mucho lo que partidos políticos de oposición, en su juego por incidir en la opinión pública, han dicho en descrédito del acompañamiento, alegando que se trata de un programa flexible, sin embargo, acompañar implica, al igual que la observación, realizar arduas tareas de veeduría técnica que derivan en informes y recomendaciones que posteriormente son entregados a la directiva del organismo electoral.
La gran diferencia entre ambas figuras radica en lo político, puesto que la observación está marcada por una fuerte concepción asimétrica de tutelaje y de legitimación, con base en valores propios de quien observa, a diferencia del acompañamiento, que tiene entre sus principios presenciar procesos electorales con respeto, solidaridad y cooperación.
El objetivo del observador internacional es levantar el informe político-técnico contentivo de “análisis, conclusiones y sugerencias” al CNE, como lo establece el artículo 488 del reglamento de la Ley Orgánica de Procesos Electorales.
Misión de Unasur
El debate de si es conveniente el acompañamiento o la observación surge antes de cada elección. En este caso, con el 7 de octubre en puertas, la diatriba se atizó con la invitación que hizo el CNE a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Es la primera vez que la recién creada Comisión Electoral de Unasur envía una misión a acompañar un proceso comicial. Le corresponde a Venezuela recibir a un grupo de casi 40 expertos de los organismos electorales de América Latina.

El jefe de la Misión, Carlos Alvarez considera, por encima de las críticas al acompañamiento, que Suramérica tiene la suficiente madurez para garantizar la transparencia de los procesos electorales.
Igual lo considera Rafael Roncagliolo, canciller del Perú, país que ejerce la presidencia pro témpore de Unasur. “Los latinoamericanos y sudamericanos no necesitamos aplicar estándares extranjeros para validar la calidad de nuestra democracia”, refirió al firmar el acuerdo de acompañamiento entre la Unasur y el CNE.
Hasta la fecha, 157 de los 214 invitados por el CNE para este proceso comicial han confirmado su presencia el 7 de octubre.
Se trata de políticos, parlamentarios, artistas, intelectuales, escritores, personalidades que difieren de la misiones tradicionales de observación integradas, en algunas oportunidades, por ciudadanos que poco saben de técnica electoral.
En 2007, cuando se activó el mecanismo de acompañamiento, vino al país el Ministerio del Interior de Argentina, Alejandro Tulio; el integrante de la asociación nacional de abogados de los Estados Unidos, Judy Somberg; la diputada del Parlamento de Grecia, Evangelia Amanatidou; el magistrado del Tribunal Electoral de El Salvador, Eugenio Chicas; el diputado del Parlamento italiano, Juseppe de Cristofano, y el senador del Congreso de Chile, Alejandro Navarro, entre otras personalidades que juntas sumaron más de 100 acompañantes.
Esta práctica se replicó en las elecciones parlamentarias de 2010, en las que además de la participación de la Organización de Estados Americanos (OEA), estuvo un grupo de 150 acompañantes, entre técnicos electorales, parlamentarios, senadores, diputados de Latinoamérica, Norteamérica, Europa, Asia y África.
La figura del acompañamiento se ha extendido a países como Ecuador, Brasil y Bolivia, quienes al igual que México y Venezuela modificaron los patrones de veeduría electoral, en pleno ejercicio de su soberanía.