Elizabeth Francis, reconocida como la estadounidense más longeva, falleció pacíficamente a los 115 años en su hogar de Houston, Texas. Su partida marca el fin de una era extraordinaria, en la que fue testigo de cambios históricos y dejó un legado de fe, fortaleza y amor familiar.
Nacida en 1909, Francis vivió a través de dos guerras mundiales, la Gran Depresión y la era digital. Su vida fue un reflejo de la historia estadounidense, marcada por grandes desafíos y momentos de profunda transformación.
A pesar de las adversidades, siempre mantuvo una actitud positiva y una profunda conexión con su fe.
Un legado de fe y familia
La fe fue un pilar fundamental en la vida de Elizabeth Francis. Su nieta, Ethel Harrison, describió a su abuela como una mujer profundamente devota que encontraba consuelo y fuerza en su relación con Dios.
Esta espiritualidad, combinada con un fuerte vínculo familiar, la ayudó a superar los desafíos y a disfrutar de una vida plena.
Los secretos de su longevidad
¿Cuál era el secreto de la longevidad de Elizabeth Francis? Según su familia y amigos, la respuesta se encuentra en una combinación de factores:
- Una dieta saludable: Francis cultivaba sus propios vegetales y prefería la comida casera.
- Ejercicio regular: Caminar y realizar actividades cotidianas la mantenían activa.
- Una vida sencilla: Se acostaba temprano, se levantaba temprano y disfrutaba de los momentos en familia.
- Una actitud positiva: Siempre veía el lado bueno de las cosas y mantenía una mente abierta.
- Fe y espiritualidad: Su conexión con Dios le brindaba paz y esperanza.
La historia de Elizabeth Francis nos inspira a valorar la vida, a cultivar relaciones significativas y a encontrar la felicidad en las pequeñas cosas. Su legado trasciende generaciones y nos recuerda la importancia de la familia, la fe y la salud.
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