¿Tienes mala cara? Seguro esta pregunta te ha sorprendido en más de una ocasión, seguida de un rápido reconocimiento visual delante del espejo para confirmar lo que tu rostro parece indicar: que tienes estrés.

Este trastorno, tan típico en occidente y que en las últimas décadas es padecido en más alto grado que nunca, tiene consecuencias que se manifiestan por dentro y por fuera.
En palabras del Dr. Ricardo Ruiz, dermatólogo y director de la Clínica Dermatológica Internacional, «la piel y la mente están estrechamente relacionadas«. De ahí que nuestro órgano más grande, la piel, también achaque las consecuencias generadas por el estrés.
Las consecuencias del estrés sobre la piel, sin duda, la afean notablemente y reducen la autoestima por su efecto estético. Pero, además, esas lesiones cutáneas son en sí mismas una fuente de estrés.
Es como la pescadilla que se muerde la cola: «el acné, la rosácea, la dermatitis o la psoriasis empeoran al estar estresado; pero, a su vez, hay cuadros cutáneos que producen estrés.
Por ejemplo, el vitiligo o una alopecia pueden disminuir mucho la calidad de vida de un paciente y estresar aún más. Por este motivo, es importante que el dermatólogo sea capaz de percibir el componente psicológico de los pacientes.