Miles de fieles se congregaron en la Plaza San Pedro y millones alrededor del mundo fueron testigos de la presentación oficial del Papa León XIV, quien al asumir su rol, se adhirió a una tradición ancestral de la Iglesia Católica.
La designación de un nuevo nombre papal tiene raíces históricas profundas, tal como lo recuerda CNN En Español. Si bien muchos asocian esta práctica con San Pedro, el primer Papa, cuyo nombre original era Simón, la tradición formal de cambiar de nombre al ascender al papado comenzó con el Papa Juan II (533-535). Nacido como Mercurius, este pontífice optó por un nuevo nombre para evitar la connotación pagana.
Esta costumbre se consolidó con el tiempo, como en el caso de Pedro Canepanova, quien en el siglo X se convirtió en Juan XIV en señal de respeto al apóstol Pedro. A lo largo de los siglos, la mayoría de los papas han seguido esta práctica, con notables excepciones como Marcelo II y Adriano VI.
Según Liam Temple, profesor asistente en historia del catolicismo de la Universidad de Durham, la elección del nuevo nombre papal es simbólica. Los pontífices suelen honrar a papas que marcaron la historia por su resistencia en momentos de crisis, su impulso a reformas significativas o su gran popularidad. Un ejemplo contemporáneo es el Papa Francisco, quien eligió ese nombre en homenaje a San Francisco de Asís, marcando una excepción al optar por un nombre sin precedentes papales.
En cuanto a los nombres más recurrentes en la historia del papado, «Juan» lidera la lista con 23 repeticiones. Le siguen «Gregorio» y «Benedicto» con 16 cada uno, «León» y «Clemente» con 14, «Inocencio» con 13, «Pío» con 12 y «Esteban» con 9.
Con su elección, Robert Prevost se convierte en el decimocuarto Papa en adoptar el nombre de «León», inscribiéndose así en una tradición viva y significativa dentro de la Iglesia Católica.
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