Actitudes de los padres que lastiman la autoestima de los niños

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nasar ramadan dagga
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Los consejos parentales para criar niños seguros y confiados tienden a abordar los mismos aspectos necesarios.

No gritar a los niños y no golpearlos están en la parte superior de la lista, junto con evitar frases como

“No quiero ofenderte, pero…” que son básicamente formas de comunicación pasivo-agresivo.

Sin embargo, hay otros hábitos más insidiosos a los que los padres suelen caer y que con el tiempo erosionan la autoestima de sus hijos.

En su libro “Fomentando la conexión”, la psicóloga infantil Tish Taylor, Ph.D., se refiere a algunos de estos errores comunes de crianza como “conductas de desconexión”.

Asimismo, aclara que, en comparación con los culpables más obvios de disminuir la autoestima, pueden parecer no agresivos en naturaleza.

“Las conductas de desconexión son aquellas que disminuyen la calidez entre padres e hijos y disminuyen el deseo de comunicarse o estar con su padre”, dice Taylor.

“No son abusivas como el rechazo y la evitación, pero son más un retiro sutil que tiende a crear una barrera de separación.” Agregó la psicóloga.

A medida que las conductas de desconexión disminuyen la calidez entre padres e hijos, tienden a socavar la autoestima de un niño.

A medida que las barreras de separación crecen más altas entre los padres y el niño, es menos probable que los niños se sientan vistos, seguros y valorados. 

Conductas de los padres que lastiman la autoestima de los niños, según la psicología

A continuación, Taylor señala tres conductas parentales comunes que erosionan inadvertidamente la autoestima de los niños, así como algunas formas de evitarlas.

Cuestionar las acciones de los niños afecta su autoestima

Una avalancha de críticas, incluso críticas constructivas, puede hacer que los niños sientan que no pueden hacer nada bien.

Evitar una comunicación catastrófica es un buen punto de partida para los padres.

El sarcasmo no ayuda en la formación de la autoestima de los jóvenes

En su intento por mantener una proporción saludable entre afirmación y corrección, algunos padres terminan cuestionando constantemente a sus hijos, preguntándoles “¿Estás seguro de que quieres hacer eso?” Pero esto funciona como una corrección pasivo-agresiva.

Cuando los padres constantemente preguntan a sus hijos “¿Crees que es una buena idea?” sus hijos interiorizan esas declaraciones y comienzan a desarrollar dudas personales.

“Cuando cuestionamos a nuestros hijos, sutilmente socavamos su autonomía y la idea de que está bien para ellos tener cierta independencia incluso si cometen un error”, dice Taylor.

“Y una aspereza en el tono, un sarcasmo sutil o incluso una insinuación de sarcasmo cuando los padres cuestionan a sus hijos, puede crear separación”. Explica la psicóloga

Es evidente que algunas situaciones requieren una intervención inmediata.  Los padres no lastiman la autoestima de los niños al corregirlos, es más importante el momento y la forma de hacerlo.

Pero hay docenas de otras situaciones cada día en las que puede ser saludable dejar que los niños luchen o incluso fracasen, siempre y cuando los padres lo hablen con ellos después.

En esos momentos de aprendizaje, es perfectamente apropiado hacer preguntas, sin sarcasmo, que fomenten una reflexión saludable.

Con preguntas sencillas los padres no lastiman la autoestima de los niños, al contrario los animan a reflexionar y los validan

Puedes preguntarle a tu hijo: “¿Qué crees que sucedió ahí?” sugiere Taylor.

Con esa interrogante los padres no lastiman la autoestima de los niños, por el contrario los alientan a analizar la situación y decidir por si mismos.

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Las señales no verbales de los padres lastiman la autoestima de los niños y de igual forma los desconectan unos de otros.

Un padre que tiene la habilidad de mantener la calma en situaciones desafiantes con su hijo aún puede descubrir que su comunicación no verbal afecta su autocontrol.

Incluso las expresiones faciales y el lenguaje corporal juegan un papel importante

En términos generales, una expresión facial de frustración suele ser menos desconectante que gritarle a tu hijo. Pero sigue creando una barrera entre el padre y el niño.

“No verbalmente, igual le comunicamos alto y claro a nuestros hijos. Con claridad saben nuestros estados de ánimo, tonos y expresiones faciales, y los pueden comprender muy rápidamente”, dice Taylor.

“Los niños pequeños pueden percibir que un padre está molesto por algo, pero es posible que no sepan exactamente qué causó la frustración. Pueden volverse inseguros. O los niños con ciertos temperamentos y personalidades pueden responder a esa frustración percibida y volverse más enérgicos, afirmativos o incluso a veces agresivos”. Expone la psicóloga.

Como solución, los clínicos señalan un concepto llamado “ruptura y reparación”, en el cual los padres admiten cuando han hecho algo que interrumpe la relación con sus hijos y muestran empatía por cómo esto hizo sentir al niño.

¿Levantaste la voz cuando tu hijo no te dejaba terminar un correo electrónico de trabajo importante? Disculparte por perder la calma y reconocer que debe haber sido sorprendente para tu hijo puede restaurar el sentido de seguridad y protección del niño.

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