Cada año, miles de peregrinos se aventuran a través de los inmensos médanos, guiados por una profunda fe.
El crujir de la arena bajo sus pies, el viento susurrando entre las dunas y el calor abrasador del sol crean una atmósfera sobrecogedora. Con velas encendidas y el corazón lleno de esperanza, se acercan al santuario, dejando a sus pies ofrendas como símbolo de gratitud y petición.
Las oraciones se elevan al cielo, mezclándose con el canto de los pájaros y el murmullo del viento, en un diálogo silencioso con las almas que descansan bajo la arena.
La historia de las Ánimas de Guasare
Toda la península de Paraguaná era un lienzo de soledad y tristeza. No valía nada poseer o no dinero. El hambre y la sed cobraban diariamente nuevas víctimas. Por eso, primero los más intrépidos, luego casi todo el mundo, optaron por abandonar las casas y emprender con un mínimo necesario el obligado éxodo a través de caminos, pedregales y médanos, montes y salinas, buscando la salvación en dirección al sur, guiados por la silueta azul tenue de la lejana sierra coriana.Mucha gente de la parte oeste de la Península, se aprovechó de las lanchas pesqueras para buscarle alivio a la hambruna, navegando a otras costas de tierra firme. Los más, del centro y este de la Península formaban improvisadas caravanas y avanzaban, primero casi a la orilla del mar y luego, atravesando médanos y salinas, buscando el rastro de la vida” (Navas Soto, 1993)
En el camino, por el agotamiento extremo, quedaban los cadáveres que otras manos, algo más fuertes sepultaban o, sencillamente, lo hacia la arena cambiante del medanal. Familias enteras quedaron atrapadas en este espacio, sin alcanzar la cadena verde de la sierra, objetivo que auguraba una situación mejor.
Sus muertes tejieron leyendas, entre ellas la de dos hombres, uno casi un niño y de una mujer, quienes intentaron cruzar el istmo desesperados por la sed que a todos azotaba. Avanzaron penosamente hasta caer a la orilla del camino y morir, quedando sus restos cubiertos por la arena para surgir treinta años más tarde, como testimonio de una época de penurias y sufrimiento.
“Los restos humanos aparecieron al lado oeste del viejo camino de Coro, como le decíamos, en el lugar llamado Guasare, exactamente en un sitio que llamaban Patrón Pedro. Mi papá hizo en el sitio donde encontró los huesos, un tumulito de torta, de esos que le hacen a los muertos en las carreteras. Adentro metió los huesos y por las noches nosotros y la gente que por ahí, le prendíamos velas a las ánimas. (Bárbara Marrero, viuda de Castro, en Navas Soto, Obr. Cit)
Con el descubrimiento de los restos vinieron otros cuentos:
“Los caminantes, a quienes se les hacía de noche, al pasar por el lugar, escuchaban voces que rezaban… pero no se veía a nadie”…. “A veces, cuando se pasaba en la noche por ese lugar, uno veía luces que alumbraban en la carretera, pero al llegar al sitio lo que se encontraba era una capillita sin luces y con restos humanos, entonces, uno lo que hacía era rezar y si podía, les prendía una vela” Anónimos.
Refiere Eudes Navas Soto en su libro Ánimas de Guasare, que con estas leyendas comenzó “… a correrse la voz de unas ánimas cuyos restos los habían encontrado en Guasare, que eran milagrosas y que concedían las peticiones sanas que se les hacían si uno tenía fe en ellas”.
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