A dos días de la boda del príncipe Enrique de Inglaterra en Windsor, los vecinos de esta ciudad de 30.000 habitantes cercana a Londres están divididos entre quienes aprecian el evento y quienes lo detestan.

Las calles están valladas, hay policías fuertemente armados por todas partes y más turistas de lo habitual en esta localidad a orillas del Támesis, a 40 km de Londres en dirección oeste, cuyo centro estará cerrado al tráfico a partir de este jueves.
Los vecinos están acostumbrados a las idas y venidas de la familia real, que tiene en el castillo de Windsor una de sus residencias más queridas, y a los turistas, pero la boda del príncipe y la actriz Meghan Markle ha provocado un ambiente febril.
“Es un maldito dolor de muelas”, dijo Michael Mannix, mientras tomaba una pinta de cerveza y fumaba un cigarrillo a las puertas de un pub. “Van a suspender todos mis autobuses”, dijo este vecino de 71 años.
Con información de El Farandi