La Policía Federal de Brasil, el pasado 22 de febrero, allanó un laboratorio de la Universidad Estatal de Amazonas con el fin de detener el presunto tráfico de órganos humanos que se desarrolló por parte de un profesor de la misma institución.
Una mano y tres placentas, todas de origen humano, para fabricar ropa o accesorios resultaron enviadas desde Brasil hasta Singapur, en Asia, según la Policía Federal del país sureño, quien informó sobre la investigación por posible tráfico internacional de órganos.
La Policía dijo que esos órganos humanos, al parecer, los enviaron a Singapur desde Manaos, la capital regional del estado de Amazonas (norte).
A través de un comunicado las autoridades brasileñas dieron a conocer que el laboratorio de anatomía “realizó la extracción de fluidos corporales”; como parte del proceso de plastinación, en el que los fluidos se reemplazan por plásticos como silicona y epoxi para preservar partes del cuerpo.
En ese sentido, se dio a conocer que el profesor que realizó dichos procedimientos está bajo investigación y por el momento se ha mantenido bajo resguardo el nombre del detenido.
Tráfico de órganos para un diseñador de moda
Aunque aún se desconoce si el envío de órganos a Singapur fue interceptado, se sabe que el paquete estaría destinado para el controvertido diseñador de moda e influencer indonesio Arnold Putra, quien el mes pasado generó controversia por su fascinación por las partes del cuerpo humano.
Incluso, en 2020, Putra llamó a atención del mundo por sacar a la venta un bolso hecho con huesos de una columna vertebral humana; tras el escándalo, el diseñador aseguró que los huesos los obtuvo de manera legal de un excedente médico en Canadá.
“Es parte de un proceso de aprendizaje creativo que debería involucrar oposición; de lo contrario, sería sólo una forma de validación repetida”, dijo en su momento el diseñador en sus redes sociales.
En aquella publicación, también se animó a revelar que los restos humanos eran de una colección “derivada de restos humanos y piel de albino”.
El tráfico de órganos es un delito casi en la mayoría de los países y en Brasil se castiga con 8 años en prisión; en caso de que se compruebe que el profesor es el responsable de traficar órganos humanos, podría alcanzar esa sentencia.
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